Soy un viticultor natural de Cebreros y la dedicación al mundo del vino me llegó a medias por casualidad y por curiosidad.
Allá por el año 1999 intentaron comprar derechos de plantación de unas viñas familiares y en ese momento decidà investigar que era eso, acompañé a mi padre al campo, donde me explicó detalle a detalle como era todo eso de la viticultura.
Cierto es que mi familia habÃa tenido viñedos de generación en generación y de pequeño habÃa ido alguna vez a vendimiar, pero fué en ese momento cuando comenzó una vocación que se transformarÃa en una forma de vida.
Empecé a aprender de otros profesionales que llegaron a Cebreros, intercambiamos incluso uvas por aprendizaje, leà libros, analicé los diferentes suelos que conforman el viñedo de la zona, me apasioné por la garnacha y empecé a investigar que se podÃa mejorar.
Me sitúo en un sector artesanal, alejado de las grandes producciones y la tecnologÃa.
Mi apuesta personal son las microvinificaciones de pequeñas parcelas donde se puede encontrar la esencia de cada tipo de suelo. El trabajo en bodega se hace casi como se hacÃa antes y se sigue el proceso de hace cien años, aunque ahora sabemos lo que no se debe hacer.  Se interviene lo mÃnimo posible en bodega. Mi única obsesión es la de trasladar a la copa de vino el laborioso cuidado de las viñas, sometido cada año a las inclemencias del tiempo, para que puedas saber quien ha hecho el vino que te estás bebiendo, donde se ha hecho y en que año.
Lo que más me gusta de mi trabajo es poder estar en contacto con la naturaleza, en invierno y primavera lo paso en el campo, y luego el resto en la bodega. No utilizo ningún pesticida ni productos sistémicos, y en algunas parcelas, recurro al «tirado animal», respetando el medio ambiente, intentando integrarme y dejando parte de lo que hay en la tierra que puede aportar complejidad a los sabores y aromas de los vinos.